Carroña humana es el tercer relato que aparece en Planeta Eléctrico -Relatos de alto voltaje- Libro de Raquis Creativa publicado en verano de 2020. Extraño tiempo de pandemia, que condicionó aquel remoto planeta de SXXI, afectado por un virus letal que destruye cruelmente y empobrece a la población. Human Covid lo llamarán.
En esta entrada puedes disfrutar de todo su contenido bajo licencia Creative Commons: Poema, texto, ilustraciones y ficción sonora, versión en audio del relato, narrada y ambientada para escuchar contigo mismo o con otros animales.
Apoya este proyecto comprando el libro en formato físico. Una edición cuidada y elegante para sentir el tacto de las palabras y el olor de las imágenes. Envío gratuito en la península.
-CARROÑA HUMANA- POEMA DESPLEGABLE
Hijo de la tierra helada, curtido en labor y maleza. Ser de profunda mirada, señor de la naturaleza.
Huellas de vida quemada, rastros de piel reseca. Barro, piedra, polvo y alma. Mensajes de vida eterna.
«Escucho sonidos de guerra. ¿Será que el planeta enferma? Cuando en polvo me convierta, que la llama nunca duerma».
Sobrevuelan carroñeros. Desinfecciones Buitaquer. Rápido, putrefacto y desaparecer.
AUDIO INTRO CARROÑA HUMANA
-CARROÑA HUMANA- RELATO DE ALTA TENSIÓN.(versión larga)
(Pincha para leer el texto completo)
Carroña humana
Los buitres sobrevuelan la colina de los difuntos. Una loma de monte calva de vegetación. Un espacio abierto y extenso, con vistas al infinito del horizonte lejano, donde cada tarde de verano se desangra el sol, reflejando los colores de una tierra árida, fría y deshumanizada. Mirando hacia el otro lado, el astro que ilumina, resurge cada mañana por encima de imponentes paredes rocosas surcadas por grietas verticales, cuales cicatrices, que aportan a su rostro, la expresividad propia de seres vivientes. Erosionadas por los vientos, forjadas por los tiempos y habitadas por la humanidad civilizada, cobijada entre los huecos, donde rebotan los ecos, bajo el permiso y la protección de los dioses y las tempestades.
El hombre más avanzado en edad de los que allí habitaba, contaba siempre la misma historia: «Aquellos seres, mamíferos moribundos que suben solitarios a la colina, saben que se les acaba la vida y buscan un lugar para morir en paz. Es un sitio especial, un lugar de transición entre los que vienen y los que van. La dignidad del espíritu es necesaria, para completar el proceso de conversión y convertir así, el cuerpo físico en polvo».
Parecía que su voz transmitía mensajes de los dioses, pero sus paisanos lo trataban de loco y cuchicheaban. «En el siglo XXI nadie cree en lo que no ve» —decían—. Aún así, le guardaban respeto, pues el miedo a la tempestad divina seguía cenando en sus mesas.
Siempre volvía a pasar. Los animales desaparecían y los buitres sobrevolaban la colina.
Amaba la tierra donde había nacido. Era más que arraigo lo que sentía por aquel lugar que le vio crecer. Que le permitió extender raíces en el suelo y desarrollar allí su existencia, en simbiosis con la flora y fauna, de un extraño paisaje mineral, que parecía ser una enorme mina a cielo abierto. Nada raro para él, pues del mismo formaba parte.
En esas piedras quedaron talladas sus palabras. «Mensajes del futuro», le gustaba decir. Otros se difuminaron entre las arrugas del grandioso farallón. El crudo invierno dejaba helada, aquella inhóspita tierra alta del interior peninsular. En todo caso, la esencia de sus actos, dejó el terreno abonado para el desarrollo integrado. Aprender a des-aprender y otras cosas de la (r)evolución. Respaldado por la protección de los espíritus de la colina, filosofaba:
«Progreso decadente, mandíbula y un diente. Penitente sin ser condenado, al sentirse propietario y poner precio a la tierra, que nunca de nadie fue. Arrastra el homínido, la culpa de la razón. La razón del ser; no saber ser humano».
«Mira mi mano. De ella crecen árboles que nos darán oxígeno, cobijo y alimento. Observa atentamente como enraíza en la tierra. Bajo suelo se entrelazan con otras, conectando las células naturales. El beneficio es común. Solo has de formar parte para entenderlo. Planeta libre de pecado, juzgará y será juzgado».
Llevaba años arrastrando los síntomas de una grave enfermedad. Después de mucho pensar en su pasado y reflexionar de su presente, observó mentalmente su futuro cercano. Eran sus últimos días de habitante terrenal. Lo había aceptado. El final de su ciclo vital. Sabía dónde quería morir y hacia allí se dirigió. Solo se despidió de sí mismo. Estaba convencido de que seguiría formando parte del planeta y así lo aventuraba. Lanzaba palabras al aire, abiertas a la interpretación, de cada ser pensante, que intentara aportar soluciones, a tantas ecuaciones que quedaban por resolver. Mirando al cielo con tono de predicador, exclamaba a viva voz:
«De algún modo o manera, ¡espíritu o materia!, volveremos a encontrarnos. Jamás seremos conscientes de habernos relacionado antes. Por eso os aviso: ayudar a recordar, para no ser olvidados».
Valiente, pasional y convencido. Su personalidad abrió la puerta a un cambio de mentalidad, tan necesario para cualquier recorrido hacia un futuro sostenible. Bajo un tenue halo de misterio, dejó en el mundo un legado histórico y la gran incógnita de su origen. Un ser extraordinario, extraterrestre para el común de los mortales, a los que hizo pensar, como nada ni nadie hasta la actualidad. Le apodaron «Señor X». y lo seguirá siendo por el resto de los tiempos.
«Roca madre, sutil vuelo, mente estable… cuerpo preparado para la desintegración».
Amaneció soleado y los buitres, sobrevolaron la colina de los difuntos.
FICCIÓN SONORA RELATO (VERSIÓN MAS CORTA QUE EL LIBRO) Ir a descargar

PLANETA ELÉCTRICO

PLANETA ELÉCTRICO